Los atardeceres del otoño son de los momentos fotográficos más bonitos. Y aunque sesiones de fotografía tengo para compartir de un año atrás, la falta de tiempo me aprieta el día a día y no consigo el hueco para actualizar este rincón de mi vida. Sin embargo, estas fotos del fin de semana, sin premeditación, me parecen tan maravillosas que son la excusa perfecta para reactivar el blog. Empecemos el curso con esta poderosa luz dorada de principios de octubre.
Esta pinada está muy cerquita de donde vivimos y debo reconocer que es uno de mis rincones favoritos para mis sesiones fotográficas. Es natural, salvaje y llena de sorpresas. Y los atardeceres caen en un horizonte limpio que ilumina el contraste de pinos caídos, altas ramas frondosas y suelo rico en texturas.
Tras una sobremesa familiar, salimos a dar un paseo. Cogí la cámara por inercia, porque ya es parte de mí, y porque íbamos a este mágico escenario donde la luz se dibuja en el paisaje como si de un óleo se tratara.
Las pequeñas, para variar, sin querer posar y yo, como de costumbre, a la caza de imágenes robadas. Esas, que de naturales, siempre salen bien.
Pues con esta entrada muy visual. Con poco más que contar que no lo diga ya mi falta de activación en el blog… (¡Voy de cráneo!)… Me despido hasta pronto. Que empieza la temporada de celebraciones y nos tenemos que poner al día. ¡Hola de nuevo!